Pureza.
(Basta. Andate. Andá al hotel, date un baño, leé Nuestra Señora de París o Las Lobas de Machecoul, sacate la borrachera. Extrapolación, nada menos.)
Pureza. Horrible palabra. Puré, y después za. Date un poco cuenta. El jugo que le hubiera sacado Brisset. ¿Por qué estás llorando? ¿Quién llora, che?
Rayuela, capítulo 18. Julio Cortázar

viernes, 29 de junio de 2012

NATURA







Nos miramos
el cielo descarrila en tus ojos
tiembla la tierra de mis ingles
se abre
y mana su secreto de agua tibia
Corren entre mis piernas
palabras líquidas hirvientes heréticas
que caen a tu boca
en oración
Tu lengua dando cuerda
al reloj de mi sexo
el pequeño viento se despereza
se hincha
precipita tempestad de escalofríos
llueve de goce mi cuerpo
Me sepulta,
tu boca me sepulta
en avalancha de orgasmos
Todo es blanco luz grito
Blanca la estela de tu cuerpo en el mío,
luz  el relámpago en el que se funden
y grito el lenguaje que los nombra

jueves, 14 de junio de 2012

LE PETIT MORT





Erige tu cuerpo en cadalso
y sé mi verdugo
Baja el hacha
y redibuja el tajo humeante
que tu ausencia emborrona
Haz de tu piel
mi mortaja

viernes, 8 de junio de 2012

CONTINUIDAD DE LOS CIELOS

Sin noticias del autor de la imagen. La sustraje de aquí





¿Si apedreamos la noche a besos
la noche nos apedreará a estrellas?
Moratones de luz
en cielos de piel
Tu cuerpo y el mío,
derrame de galaxias

viernes, 1 de junio de 2012

JARDÍN

 



Yo me creí al hombre que escribía. Aquél que esparcía poemas como mariposas por verdes campos. Sus poemas polinizaban. Al vuelo de sus palabras a las mujeres se nos abrían flores en el pelo, entre los dientes, en los pezones, en el sexo. Por allí donde pasaban sus poemas se extendía una rabiosa primavera. Pero yo soy el único caso que conozco en el que las palabras hicieron un jardín del corazón . Acaso pueda parecer hermoso, poético, vibrante. Y quizás así sea, y yo ya no pueda imaginar la vida sin este corazón florecido. Pero todo don conlleva una retribución. La felicidad presente se sustenta en la futura amargura. Para el que no tenga los conocimientos básicos de botánica, aclaro que las flores del corazón son de entre todas las más exigentes. Para que no se mustien tengo que procurarles constante alimento, por lo que busco incesantemente las palabras del poeta. De lo contrario se sustentan de los nutrientes de mi sangre,  realizan la fotosíntesis con la luz de mi carne, y, lo que es peor, toman el oxígeno directamente del corazón. Mi pobre corazón se asfixia. Algunas noches soy incapaz de dormir mientras escucho su resuello.  Entonces digo el nombre de aquel que escribe. Le llamo con un aliento de estrellas, y las flores de mi cuerpo abiertas en la noche. Le pido lluvia. Le ruego su piedad de palabras. Y como la luna que se despoja de su halo al llamado de la loba, su espectro llega a través de mi ventana con un murmullo de cortinas. Viene a acunarme con el canto de su sexo. Viene y a su caricia las flores de mis senos cierran pétalos. Bajo su peso  la margarita de mi ombligo descansa. Recoge en su cintura la enredadera trepadora de mis muslos. Y al torrente incesante del poema, transforma la flor de mi sexo en flor de agua. Pequeña estigia a la que van a morir pececillos blancos.
Es a su voz que mi corazón recupera el aliento. Son sus palabras las que restauran a sus células el oxígeno.

Pero al alba se va como todos los espectros. Y yo callo. Callo porque yo entre todas las mujeres sé que no se ha de consagrar a mí aquel que consagró su carne al poema. Callo, aunque en las noches solitarias no puedo evitar aullar a la luna.